Saturday, June 4, 2011

Avatares de un diario sin nombre

I


La identidad ha cobrado por fin el relieve que se merecía no tan sólo en los estudios literarios—el crítico se quita los anteojos y bosteza. Prosigue—sino en las humanidades en general. Y estamos de acuerdo con lo que dice y tomamos nota y pensamos en la paradoja (para nosotros, no en general ni en el mundo. Desde Kant y Heisenberg no es posible predicar a pies juntillas la realidad de lo que nos enfrenta y ya no vamos a entrar en explicaciones) de la así llamada sociedad contemporánea y la pululación de los a medio nacer, a medio perecer, a medio formarse que llenan calles y rincones, se ven reflejados en los escaparates y espejos de las MEGAURBES las MEGACIUDADES. Claman por la identidad sólida que les hace guiños y les muestra las piernas y otras cositas menos nombrables en estas páginas desde las cosas y artículos diversos, prendas de vestir que más les interesan, quizás desde esos mismos escaparates, pero preferentemente desde las pantallas de televisión y cine, de las diversas máquinas nuevas y representacionales—sólo me acuerdo del nombre Ipod, que no sé ni siquiera mucho lo que es ya que no lo uso, por el desdén que proclamo en público hacia este tipo de artefacto, por la torpeza de animal anciano que más efectiva y secretamente me veda su uso. Pero proclamando a quien quiera oírme—no muchos, no todos los que quisiera al alcance de mi voz, de estas palabras, incluso de los gestos y ademanes en que estallaría mi cuerpo todo ansioso de comunicar, de ser visto, de existir, de ser reconocido, de tener en frente no ya desde un espejo este rostro mío que se deteriora segundo a segundo. No ya en la mañana cuando me afeito si es que no he decidido dejarme barba y bigote. Fluido como me voy yendo en esa imagen sólida que me gustaría tener desde hace más de 2 000 años. Qué dos mil. Desde el GENOMA HUMANO ya (casi) establecido por los científicos aparecen esos ojos ansiosos, o su anuncio. No ya en el bus u otro vehículo en que mi rostro se me acerca en ángulo reflejándose a medias cuando miro por la ventanilla—sino desde los ecranes otra vez que así entregan mi rostro que se va convirtiendo en arquetipo, en modelo para millones de espectadores potenciales, sobre todo jóvenes—sobre todo niñas núbiles, que son las que más me interesan en esta mi presente condición de animal que envejece y que cuando abreva en uno de los pocos pozos impolutos que nos van quedando puede ver la imagen de su cara que parece deteriorarse—otra vez—segundo a segundo.

En modelo—no para armar. Dios me libre aunque no exista—sino para concretizar de acuerdo a mi fisonomía y de manera inconsciente casi algunos de los rasgos faciales y corporales más maleables de esa gente que todavía se forma. Siempre se dice el dicho ése de la tabula rasa aplicado a la prestigiosa conciencia humana ya desde el tiempo de los clásicos. Pero las maravillas de la cosmética, del body building, de los diversos esteroides y otros fármacos, la cirugía plástica y quizás—cosa que no se ha comprobado—la simple introyección moldeante que desde esa imagen y rostro míos que aparecen en esos millones de pantallas chicas o grandes y aplicando la conocida ley de la psicofísica que rige el imperio del GRAN DESEO y el GRAN ANHELO sobre la materia que así se moldea a instancias de las exigencias físicas y mentales que a esas generaciones jóvenes ofrece mi rostro—repito—desde esa multitud incontable de pantallas. ¡Fiiu!.

Thursday, May 26, 2011

Jardín del edén

La salvación de la humanidad iba a ser un procedimiento de máquinas. De más está decir que nosotros no lo podíamos hacer. En esto estoy pensando cuando se procede a seleccionar al elegido para la misión. Somos dos, pero eligen al otro, que se mete primero a la caja, una especie de ataúd metálico o un guardarropa vertical, muy angosto. Pero no se puede cerrar, porque yo tengo que entrar también en la caja, para que se produzca la interacción. Cabemos apenas, él y yo, apretujados, nos ahogamos. Medio asfixiados pujamos por abrir la puerta. Luego al fin nuestras fuerzas aunadas y multiplicadas consiguen romper la caja, salimos, él bajo la forma de lobo y yo con la de león. Afuera hay un territorio vasto, que multiplica sus formas, sonidos y colores para estos nuevos sentidos de fiera míos. Los límites no se advierten. Hay colonias de animales—mato uno ejercitando estos nuevos instintos, esta nueva potencia—y gente, lo que queda de humanidad en el mundo, unos 60.000 como llegaremos a saber más tarde. Ellos nos acogen como a salvadores y guardianes. Para vigilar el perímetro no basta ni con la inteligencia humana ni con la fuerza, agilidad y sensitividad animal. Por eso las máquinas nos han elegido, trasmutado y trasladado hasta acá, a este último refugio humano que han posibilitado. No por compasión. Sino fascinadas por dos cosas: el proceso de reproducción de los tejidos vivos y esos elementos tan específicamente humanos que siempre dábamos por supuestos. Lo que solíamos llamar cultura. Que las máquinas pueden desarrollar a partir de las cosas ya existentes, en infinitas y complejas repeticiones, combinación es y mutaciones. Pero que no pueden originar de la nada simplemente por la trasmutación de ingredientes materiales y la aplicación de patrones.

Monday, August 30, 2010

Paréntesis mundano

Una despertada temprano. Una salida a tomar un desayuno típico de por aquí, huevos fritos con tocino y papas fritas. Y por supuesto café. Antes paso por un boliche a comprar el diario. Sentado me atiende una colosal (muy) joven camarera vestido negro cortito. Se encuclilla a pocos metros delante de mí a recoger algo y me puedo dar cuenta de que anda entera enterito de negro. Una buena comenzada del día y la posterior verguenza y recriminación de viejo voyerista. Las fantasías de que a lo mejor a lo mejor la exhibición puede haber sido intencional. No tengo nada contra la igualdad absoluta de la mujer en todas las facetas de la existencia personal y social. Que caiga fuego de los cielos sobre quienes quieren mantenerlas en su lugar, impedirles la educación, el poder, la creación y el goce, no importa de dónde vengan ni quienes sean. Aspiro a mantener mi erotismo absolutamente heterosexual y un poco anticuado que se deleita viendo la exposición incluso involuntaria de unos calzones. Un mundo regido por mujeres sería mejor que éste. Pero todavía tienen cuerpo.

Tuesday, July 27, 2010

La inversión de luces. Primera nota sobre Meyrink

Gustav Meyrink el genial autor austríaco de comienzos del siglo XX presenta un personaje en su curiosa e inigualada novela El rostro verde, un zapatero judío ruso que vive en Holanda, exilado diríamos ahora, que sufrió junto con su familia un pogrom y presenció cómo quemaban viva a su hija que lo llamaba. El profeta Elías lo había visitado y le había cambiado las luces del corazón y la cabeza y él le decía al personaje principal, un ingeniero que poseído de lo que luego de unas décadas en Europa se denominaría angustia existencial busca un sentido o una trascendencia en un mundo que no parece rebasar las experiencias de la cotidianidad y al interior del cual algunos seres, hombres y mujeres, se pasean como lobos, como fieras enjauladas que ansían con cada célula de su cuerpo un ALIMENTO ESPIRITUAL. Desde ese cambio de las luces--el profeta le puso la luz de la cabeza en el pecho y la la del corazón al interior del cráneo--el hombre ya no pudo sentir ni pensar como antes y así pudo evitar morir de dolor. Sentía con la cabeza y pensaba con el corazón. Mostraba una suerte de condición paradójica, más que humana por un lado, repulsivamente inhumana por el otro. Es posible que la supervivencia no sólo de los individuos, sino de la especie exija una especie de inversión, de mutación, no sólo en el sentido de que se insensibilicen, lo que convertiría al sujeto del cambio, por ejemplo, en una máquina de matar sin sentimientos ni remordimiento, sino en otros órdenes de cosas. ¿Es posible revertir la mentalidad del beneficio inmediato del mono que mete la mano en una caja donde hay un coco y después queda preso porque no atina a abrirla y soltar el fruto?, o, ¿es posible cambiar la mentalidad de sacrificio y restricción extremas en pro de la acumulación de la riqueza mediante la autoexplotación y la de los demás?. Lo que queda como lección en este personaje de este hiperescritor es la necesidad del cambio, mutación, inversión, transformación para salvarnos de la que se nos viene

Sunday, August 2, 2009

El Necronomicón

Traducción e introducción de Arturo Méndez-Roca

Antecedentes

Esta obra, que es lo que se denomina un 'work in progress' llegó por primera vez al público en general a través de las referencias que aparecen en la ficción de uno de los autores más importantes del género fantástico y de terror, nos referimos a Howard Phillips Lovecraft, (†1937), autor que también incursionó en lo oculto. Quizás su cita más reproducida es “no ha muerto quien puede yacer eternamente/Y con eones extraños la misma muerte puede morir” Esa es mi versión de esas famosas frases del autor: “That is not dead which can eternal lie. And with strange æons even death may die” (26.000 ocurrencias en Google en esta mañana del 12 de marzo de 2008).

Yo me exilé en el Monstruo por razones de todos conocidas y en las que no voy a entrar aquí, y viviendo en la extraordinaria Bâton Rouge, que combina las culturas francesa y africana con el elemento anglosajón norteamericano y una rica y diversa presencia etnocultural, es que comencé a frecuentar nuevamente a esos autores que habían iluminado(o ensombrecido) mi temprana juventud, en esos días en que comenzaba a escribir y era admitido bastante a regañadientes en “Los Desencantados de Coquimbo”, grupo poético y neorromántico que desaparece en la arena de la playa de la historia en un país como Chile, aquejado de manera entusiasta con la globalización neoliberal, que trae de la mano el afán de novedades que caracterizaría al hombre medio de la urbe contemporánea, tan minuciosamente vituperado por el gran filósofo alemán Martín Heidegger. Fue allí donde releí a Lovecraft, en esa ciudad que lamentablemente he debido abandonar debido al meteoro que hundió para siempre a la incomparable Nueva Orleáns, asolando de paso Bâton Rouge y una propiedad totalmente a mi gusto que había logrado adquirir y remodelar después de décadas de enseñanza de mi idioma natal en el sistema educacional local, primero en la educación secundaria y luego en la universidad. Fue allí que releí Los mitos de Los mitos de Ctlulhu, a medida que me apropiaba del inglés, esta mi segunda lengua de la cotidianidad y el mundo del trabajo en este continente, mi lenguaje para lo ‘a la mano’, parafraseando otra vez al ilustre pensador teutón Mi idioma para lo que sería la cultura, el conocimiento, sobre todo las artes y la poesía, lo que los siúticos y algunas señoras que conocí en mi infancia y temprana juventud llamaban “las cosas del espíritu”, es el francés. Desgraciadamente mi alemán es sumamente rudimentario.

Y por supuesto que en esas latitudes y entorno no podía sino haber releído a Lovecraft, y luego de varios intentos traduje esas famosas frases que describen El Sueño de Ctulhu, que se prolonga para siempre en su ciudad ciclópea de geometría que de alguna manera distorsionada y extraña. That is not dead which can eternal lie. And with strange æons even death may die. Mi traducción personifica decididamente en términos humanos al ‘which’ que traduzco por ‘quien’, ya que los minerales, por ejemplo, pueden yacer por incontable eones, transmutarse, descomponerse en sus átomos constitutivos, etc. y eso no tiene nada de terrible. Así, la presencia del Reino Mineral se evita no poniendo ‘lo’ por which, que también hubiera sido correcto semánticamente, pero que ya no daría la idea de esa antigua divinidad todopoderosa y monstruosa que yace bajo las aguas por un tiempo interminable. Además, si hubiera puesto ‘el’, estaría discriminando por el lado del género, mientras que al poner ese ‘quien’ yo estoy abarcando la posibilidad de una Diosa monstruosa e incalculablemente mala que yace esperando su cuarto de hora desde la eternidad, o aludo a una entidad no genérica, que no es lo mismo que decir ‘neutra’, ya que esto último implicaría esa suerte de vacuidad o chatura del ‘it’ inglés. Así, mediante el ‘quien’ se puede aludir eventualmente a una presencia bi o multigenérica.

Entonces, mi versión dice: No ha muerto quien puede yacer eternamente y con eones extraños puede morir hasta la misma muerte. La filiación iniciática u ocultista de Howard Phillips Lovecraft ha sido vastamente demostrada y documentada, además está el argumento de que alguien que escribe no llegará a ese nivel de abundancia y sofisticación si solamente estuviera escribiendo ficción. Hay mucho simbolismo y paráfrasis. Hay elementos de una tradición hermética que a la vez es literaria. No muchos críticos han reparado en las menciones que el autor hace en su obra Horror supernatural en literatura al Gólem de Gustav Meyrink, en el contexto de la Cábala, párrafo que me voy a permitir citar a continuación (en mi propia traducción, naturalmente) “...la misma Cábala, tan prominente en la Edad Media, es un sistema de filosofía que explica que el universo es una emanación de la divinidad, implicando la existencia de extraños dominios espirituales y seres separados del mundo visible de los podemos obtener siniestras vistas mediante ciertas encantaciones secretas. Su ritual está atravesado de interpretaciones místicas del Antiguo Testamento y atribuye significación esotérica a cada letra del alfabeto hebreo—una circunstancia que le ha impartido a las letras de dicho alfabeto un glamour y potencia espectrales en la literatura popular de carácter mágico. El folclor judío ha preservado mucho del terror y el misterio del pasado, y cuando se lo estudia más en profundidad es probable que ejerza una influencia considerable en la ficción fantástica [weird fiction]. Los mejores ejemplos de este uso literario han sido hasta ahora [1927] la novela El Golem de Gustave Meyrink y la obra de teatro El Dyhhuk [español ‘alma en pena’ proveniente del infiermo hebreo, o Gehenna ], de un escritor judío que usaba el seudónimo "Ansky." La primera obra, con el hechizo de sus sombrías sugerencias de maravillas y horrores casi al alcance de la mano, se ubica en Praga y describe con maestría singular el antiguo ghetto de esa ciudad con sus espectrales tejados triangulares. El nombre Golem se deriva de un fabuloso gigante artificial supuestamente fabricado y animado por rabinos medievales según una fórmula críptica. El Dyhbuk, traducida y puesta en escena en Estados Unidos en 1925, y más recientemente producida como ópera, describe con poder singular la posesión de un cuerpo viviente por el alma perversa de un hombre muerto. Tanto los golems como los dybbuks son caracteres ya fijados y son frecuentemente ingredientes de la tradición judía posterior.
La conexión entre la así llamada literatura fantástica en todas sus ramas, y mucha de la literatura tildada de seria, y la tradición oculta, hermética, etc., no es cosa nueva, ni tampoco la presencia de la misma reconocible o transformada mediante intenso simbolismo, baste citar por ejemplo a Arthur Machen, Lord Dunsany, Clark Ashton Smith y el mismo Meyrink, maestro de Hermann Hesse, también influido por lo que contemporáneamente se denominan las religiones alternativas, que popularizó temas y caracteres adecuados para una espiritualidad media en el occidente y cuyas obras no faltan en ningún plan d estudios, Entonces ese primer escollo que refiere a la posible existencia anterior ‘real’ya sea doctrinaria o mítica de temas y referencias presentes en la obra de Lovecraft en otros ámbitos como el de una tradición iniciática y sus documentos, etc., está fuera de duda. Podemos suponer la posibilidad de la existencia de esa obra, el Necronomicón, que en variadas instancias de la narrativa de Lovecraft se presenta como siendo de la autoría del “árabe loco Abdul Alzhared”. Eso aparte de todas las versiones góticas, rocanroleras, para literarias y para poéticas, y algunas ocultistas, que ha inspirado esta obra.
En términos filosóficos y anticipándonos a variadas elucubraciones e interrogantes, por ejemplo del porqué dedicar atención a una disquisición de este tipo, con sus implicaciones de que habría una cierta seriedad y una aceptación de creencias, doctrinas e incluso prácticas que no lo merecen, sino debieran estar confinadas al desván de la historia del pensamiento y las religiones, debo responder que muchas veces estas observaciones vienen de personeros o portavoces de concepciones que, si bien gozan de un gran prestigio institucional y económico, habiendo llegado en momentos de la historia a dictaminar el destino no ya de los individuos, sino de naciones enteras, se basan por ejemplo en la creación del universo en siete días, muchas veces no simbólicos, sino literales, luego dicen que esa misma instancia elige impartir la racionalidad de las leyes físicas en el universo y se reserva la prerrogativa de interrumpirlas cuando así lo estime conveniente a través de milagros. Lo que distingue estas afiebradas escatologías es su casi monopolio de las instituciones religiosas, y por tanto económicas, en gran medida políticas, culturales y educacionales a nivel mundial. Por lo tanto las etiquetas de ‘culto’ que esas descabelladas y acomodaticias concepciones del mundo pretenden asignar a las otras, minoritarias, marginales y clandestinas que no pudieron extirpar en siglos de quemas, torturas, exterminios y cuasi genocidios, no tienen la menor justificación.
Volviendo a las versiones del Necronomicón, no cabe duda de que ha sido motivo de la realización de obras artísticas tan meritorias como el Necronomicon de H.R. Giger, que fuera quien concibió al Alien de la película homónima. Lo que nos hace divagar un poco sobre lo que habrían hecho otros artistas plásticos ligados al comic, como Druillet o Ergonultas. Si el mero nombre y la sugerencia de un culto en última instancia gnóstico*, y por tanto tan adecuado para esta época del Kali Yuga, la Edad Obscura la edad obscura del alma ha sido suficiente para despertar la curiosidad y el interés creativo de tantos artistas, además de incontables individuos y sectores en el vasto mundillo—perdonando este casi oxímoron—de la charlatanería ocultista, no es extraño que otros hayan sentido interés por este libro sagrado hasta hace poco conocido sólo por referencias y cuyo contenido sólo ha sido revelado hiperbólicamente en las narraciones del ciclo del ciclo de Ctulhu, de Lovecraft. Pero antes de entrar a detallar la manera en que pude entrar en contacto con este texto del Necronomicón, o más bien su versión árabe moderna—lo que demuestra que ha tenido una cierta, aunque mínima circulación—, la que por supuesto no pude leer, debo referirme de paso a la errada etimología de Sáenz Lavalle y sus derivaciones antropológicas sobre el origen del libro. El lingüista argentino afirma que el nombre se puede descomponer en Necro, que significaría ‘negro’ y gnomicón, que tiene que ver con el radical gnos (conocimiento), que también ha pasado a significar enano, en las leyendas y cuentos ciertos enanos poseen conocimientos mágicos y científicos especiales. Pero este antropólogo piensa que el término se refiere a los actuales pigmeos de la República del Congo, ex Congo Belga. No voy a intentar tan siquiera refutar este dislate.
*En todas sus variadas manifestaciones, las religiones gnósticas guardan la existencia de un universo degradado al máximo, de materia totalmente corrupta, separado por distancias infinitas de una divinidad creadora. Llegan a sostener que el universo es creación del diablo. El hombre guarda sin embargo una semilla de luz y conocimiento (gnosis), separada por mediaciones infinitas del Creador.
El manuscrito del Necronomicón, que sería conocimiento o saber de lo oscuro, fue un encargo que me hizo don Ibrahim Nehme, dueño de la mejor, aunque no muy grande, bodega de frutos del país de la provincia del Maule, y de unos terrenos preciosos cerca de Coipué, donde se puede encontrar a mi entender la mejor greda de Chile. Mi amiga de ese entonces, Phyllis, con quien andaba visitando el país y a quien esperaba presentar a lo que queda de mi familia, era muy aficionada a la cerámica y sabía lo que estaba diciendo. Antes de volver a Santiago para de ahí proceder al puerto de Coquimbo y después a Punitaqui a visitar al poeta Bernardo Araya, fallecido hace un par de años y a quien conocí en mis lejanos días de estudiante de Castellano en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, instituciones ambas que no sé si todavía existen. En esa época recuerdo que ganó un premio de poesía en la Facultad bajo el seudónimo de Antares Bosquimano. Cuando alguien que no lo conocía le preguntaba su procedencia, solía responder “yo vengo de un pequeño pueblito del Norte cuya única industria es la muerte”.
Pero Don Ibrahim me pasó justo antes de partir ese manuscrito, de unas doscientas páginas, en una carpeta de cartón y amarrado con un elástico para que se lo llevara a Yusuf, uno de sus hijos que cuando el vino el golpe de estado de 1993 también fue uno de los pocos, junto conmigo, que fueron aceptados en los Estados Unidos, y que llegó de casualidad a la misma ciudad donde yo vivía en la Louisiana. Éramos muy amigos, me había dado el encargo de pasar a ver a su papá cuando fuera de visita a Chile. Mucho más joven que yo, ya que el golpe lo había sorprendido en la secundaria, cuando militaba en la juventud socialista y en la tendencia o fracción de Mayoneso* Altamirano pese a sus catorce años, Yusuf estaba estudiando un doctorado mixto en filología comparada y traducción y ya le habían aceptado para su tesis de doctorado la traducción al inglés de un manuscrito que su familia había traído al país cuando habían llegado del Líbano hacía tres generaciones. Sin darle mucha importancia, más bien como parte del paquete, porque cuando la gente se exila o emigra trata si puede de llevarse algunas cosas que garanticen o den la sensación de una especie de permanencia. Lo digo por experiencia propia. Nadie había ni siquiera tratado de leer ese manuscrito de pergamino, bastante bien preservado. Don Ibrahim hablaba un poco de árabe pero no lo leía y menos lo escribía. Además, de que, como supe más tarde por Yusuf, una vez de vuelta en Estados Unidos y cuando le hube entregado el Necronimikón, νεκρονομικόv, ya que esa palabra en la primera página y tipo grande, estaba evidentemente en griego, ese texto no sólo parecía estar cifrado, sino que estaba escrito en un árabe bastante arcaico. Pero como se pudo comprobar después (no yo, sino Yusuf) , si bien el árabe del manuscrito no era una de las variantes que se hablan hoy en día, no era tampoco tan tan antiguo, quizás un poco más de 500 años, más o menos por los tiempos del descubrimiento de América, y con algunos dejos de dialecto hispanoárabe, “una especie de romance con influencias del árabe y el hebreo” (José Víctor Llatse). Lo más sorprendente era que no se trataba de un manuscrito, sino que de las hojas sueltas de un libro al que le faltaban las tapas y los lomos y numerado muy posteriormente arriba a la derecha de cada página con numeración arábica, desde la página del título y lo que podrían llamarse los créditos hasta el final. Por el tipo de impresión es claro que no se trata de un incunable, es decir es posterior a 1500 de esta era, lo que corroboran algunos rasgos linguísticos y filológicos en que no me voy a extender en esta especie de prólogo y que también me fueron comunicados por Yusuf. Si bien mi manejo del español es obvio—viví en esa lengua por más de treinta años antes de venir a estos países y lo enseño, hablo y escribo constantemente—, y puedo leer y hablar inglés, francés, portugués e italiano, mi latín es rudimentario y sólo sé unas cuantas raíces griegas.
Es evidente que se trata de una obra impresa, y quizás una de las primeras con signos árabes, pero no de la primera, ya que en España se registra un libro impreso con esos tipos en 1505 (Arte para ligeramente saber la lengua arauiga, de Pedro de Alcalá). De ahí que no sea difícil suponer que algún ejemplar de este libro haya llegado alguna vez a manos de alguien que hubiera intentado una traducción a otros idiomas, y que haya sido leída por Lovecraft, que, muy versado en diversas ciencias de su época, conocía el latín, algo el griego y leía en español y francés. La carencia de lomo, cubierta y contratapa daba la clara idea de que esos accesorios, en la época muy abultados y poco manejables, habían sido descartados para mejor empacar (o esconder) el libro, cuya probable época y evidente rareza lo catalogaba indiscutiblemente como un libro muy valioso y que pese a no ser técnicamente un incunable, alcanzaría bastante buen precio si pasaba a formar parte de alguna biblioteca en una de las universidades americanas más opulentas, el que s vería multiplicado si se trataba de la obra que habría consultado (en traducción naturalmente) el ilustre hijo de Providence.
*Nota de edición
Carlos Altamirano fue en tiempos del gobierno de la Unidad Popular en Chile, y anteriormente durante varios años, el líder visible de la corriente de opinión más a la izquierda del Partido Socialista de Chile, conglomerado variopinto de prácticamente todas las tendencias posibles en el pensamiento izquierdista y marxista de la época. Sus enemigos de la derecha política y de la izquierda lo tildaron de Mayonesa, para indicar lo alocado de sus concepciones. En Chile, como en muchos lugares del mundo, el vulgo tilda de ‘loco’ a aquel cuyas ideas le parecen desmesuradas, extremas y extrañas, o atentan contra el consenso de las mayorías en cualquier orden de la vida política y cultural. Los populares ‘locos’ de Chile son en realidad una especie de abalones (quizás la mejor del mundo), que tiene como característica una extrema dureza, por lo que hay que golpearlos profusamente con un objeto contundente antes de cocerlos. Como antaño eso se hacía con los enfermos mentales, de ahí la transferencia semántica anafórica a ese delicioso molusco al que desgraciadamente en la actualidad los pesqueros japoneses han llevado al borde la extinción, como sucede con variadas especies marinas

Por el tipo de impresión es claro que no se trata de un incunable, es decir es posterior a 1500 de esta era, lo que corroboran algunos rasgos linguísticos y filológicos en que no me voy a extender en esta especie de prólogo y que también me fueron comunicados por Yusuf. Si bien mi manejo del español es obvio—viví en esa lengua por más de treinta años antes de venir a estos países y lo enseño, hablo y escribo constantemente—, y puedo leer y hablar inglés, francés, portugués e italiano, mi latín es rudimentario y sólo sé unas cuantas raíces griegas.

Ahora sería pertinente hacer un alcance sobre un tema bastante espinudo y muy contemporáneo que ha sido fuente de bastantes comentarios desfavorables sobre el ilustre autor providenciano (de Providence, Rhode Island, no de la calle Providencia en Santiago de Chile), tema al que vamos a aproximarnos un poco lateralmente. Debido a mi conocimiento del texto, debo decir que el Necronomicón no es una superchería ni un invento, como los tristemente célebres Protocolos de los sabios de Sión, sino una realidad bastante desafortunada por cierto. El Necronomicón no es ni una ficción ni un libro truculento, como el uso que Lovecraft hace de él podría hacer suponer. Podemos adelantar que si se hubiera tratado de un libro ‘occidental’ mítico o relacionado con el ocultismo, como digamos la obra de Eliphas Levy o Paracelso o algún grimorio, esta obra hubiera recibido una atención más seria de parte del autor, por otra parte bastante versado en las ciencias ocultas y los antiguos mitos, como lo da a entender a través de las menciones en sus relatos de prácticamente todos los libros maestros del ocultismo, la alquimia, etc. Pero lo que pasa es que el Necronomicón, “del árabe loco Abdul Alzared”, no es un libro occidental, lo que hizo que, o bien nunca lo leyera, o lo leyera muy por encima, o bien se refriere a él como fuente secundaria y exclusivamente dentro de la economía del ‘plot’ de sus narraciones. Ya en “El caso de Charles Dexter Ward” por ejemplo a “la miseria y el vicio políglota” de un barrio venido a menos y lleno de gente que ahora en América del Norte se denomina como “de origen étnico”, habla de “caras oscuras y olores innombrables”. En otras muchas partes de su obra se refiere a negros, mestizos, orientales y no europeos en general como conectados con sectas, razas primigenias de bastante malas inclinaciones, y monstruosidades sepultadas eones atrás y que esperan la oportunidad de abalanzarse sobre un mundo que a la postre es de ellos (Ctulhu y compañía).

Entonces en realidad y por haber sido escrito por un árabe, es decir un no blanco, Lovecraft nunca le dio importancia al Necronomicón más allá de un ingrediente o aditamento para las atmósferas y argumentos de su obra narrativa, donde suele citar a veces ese título entre otras obras mágicas, ocultistas o alquímicas históricas; “Hermes
Trigemisto en la edición de Mesnard, la Turba Philosopharum, el Líber Investigationis de Geber; y la Llave de la Sabiduría de Artephous. Todos figuraban allí, junto con el Zohar cabalístico, el juego de Alberto Magno de Peter Jamm, el Ars Magna et Ultima de Raimundo Lullio en la edición de Zetzner, el Thesaurus Chemicus de Rogerio Bacon, Clavis Alchimiae de Fludd y el De Lapide Philosophico de Tritemio,cerrando la lista. Los autores judíos y árabes de la Edad Media estaban profusamente representados y Merritt se puso pálido cuando al sacar un hermoso volumen llamativamente titulado el Qanoon-é-Islam, pudo darse cuenta de que se trataba en realidad del prohibido Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred” (traducción mía de un párrafo de “El caso de Charles Dexter Ward”, que estoy estudiando últimamente y que parece encerrar algunos indicios de que Lovecraft barruntaba algo sobre las técnicas contemporáneas de clonaje y la investigación con células embrionarias). Hay quienes afirman como Farragut por ejemplo, que el autor da por descontada la existencia real de esta obra, al incluirla junto a esas otras fuentes históricas y reales del acerbo por así decir ocultista o hermético—otros prefieren el término pre o para científico y Weber, no el sociólogo, sino su nieto creo, propone el término ‘neo científico’, desde que se enteró de que Heisenberg y Einstein y mucho antes Linneo habían estudiado con atención la obra de Paracelso.

Lo cierto es que el Necronomicón es un texto científico (de alguna manera) entre otras cosas, y bastante difícil de leer, al menos en parte, ya que en parte está cifrado, aunque no se trate de un código tan complejo como el del manuscrito Voynich, que ha desafiado por más de un siglo los intentos de los descifradores humanos y computacionales. El Necronomicón es en parte una cosmogonía (el texto de la izquierda), con las figuras retóricas y apoyaturas rítmico vocálicas aliterativas y onomatopéyicas típicas de los textos aprendidos de memoria para ser declamados ante audiencias colectivas, lo que demuestra que alguna vez esa mitología o cosmogonía fue parte del acerbo cultural de una colectividad. Después viene el texto del centro, en código, y a la derecha viene algo que a falta de mejor nombre propondría denominar álgebra del espíritu, o álgebra cultural, lo que no es de extrañar por el papel de los árabes en el desarrollo de las matemáticas, el álgebra y la geometría. Para dar una idea, en el medio de una ecuación que se semeja a un algoritmo, se llega a una fórmula que sería, en traducción (bastante) libre del inglés (que a su vez es traducción del árabe moderno que es la versión que manejó el pobre Yusuf Nehme y que vertió al inglés), sería la ‘Fórmula de Dios’:

D = R = M+M

Es decir Dios igual Religión igual Mediación Moral,

Que más o menos implicaría que la figura de Dios (cualquier dios) vehiculiza una religión (una religión n) que implica a la vez la existencia de una moral y la necesidad de una mediación para operatividad de esa moral. Me explico. En términos cristianos o musulmanes, primero está la acepción de Cristo o Mahoma por el creyente y luego vienen normas, decálogos, disciplinas y una moral. En general, esta moral no está inmediata o directamente en el por así decir ‘horizonte de expectativas’ del creyente—como podría estar por ejemplo para un Sócrates—, sino mediada por la aceptación previa del Dios. Así, el arbusto incombustible que es Dios le pasa a Moisés un decálogo, pero podría haber sido otra cosa, con otros principios. Lo que lo valida es no su valor ético de por sí, sino el hecho que Dios lo origina u ordena. De ahí se desprende el interesante problema para el filósofo o el estudiante de la Naturaleza Humana de si es posible que el Ser Humano pueda mayoritariamente adoptar una ética o moral, cualesquiera, que no esté mediada (prestigiada) por una divinidad o su versión laica.

La columna de la izquirda de este texto, que es por así decir ‘narrativa’o cosmogónica, es la que obviamente leyeron Lovecraft y varios otros antes que él. Es la única inmediatamente accesible—mediando la traducción, claro—, siendo la que ni está en código ni tampoco constituye esa ‘álgebra del espíritu, o álgebra cultural’ que ejemplificábamos anteriormente. En esta columna nos encontramos una cosmogonía que pareciera contradecir o separarse de los teoremas de la parte o columna de la derecha, y que es el germen de esa mitología que utiliza magistralmente H.P. Lovecraft y luego tantos otros que han hecho su (desigual) aporte a los mitos de Cthulhu. Desde el texto breve (y a nuestro juicio vestigial) del editor de esta página en el número 3 de la revista Mapalé de Canadá, titulada “El horror austral”, que se puede ver en el enlace http://www.harrymagazine.com/200503/unchileno.htm., hasta las magníficas narraciones de August Derleth, que agregó a Ithaca, dios elemental del viento, al panteón de divinidades negativas de esta mitología originada en el Necronomicón. O la incomparable nouvelle de Colin Wilson “El regreso de los Lloigor”.

Pero aquí no estamos hablando de ciencia ficción. Nos interesa destacar que esta mitología aparece descrita en la columna narrativa del Necronomicón con la misma pretensión de ficción que uno pudiera atribuir por ejemplo a la Biblia o al Corán, es decir ninguna. Es claro que el autor o quienes escriben este texto—se puede suponer que el nombre Abdul Alzahred en realidad enmascara a diversos autores, letrados o escribas, metafísicos o teólogos y geómetras o matemáticos —creen a pies juntillas en esa cosmogonía, que podemos calificar como gnóstica, con la misma intensidad de quienes redactaron esos otros libros sagrados por así decir de ‘corriente principal.’ Fe de la que obviamente Lovecraft carecía, lo que le hizo fácil recurrir a dichos contenidos con el exclusivo propósito de generar ficción. Algo análogo, pero sin embargo muy diferente a lo que hizo Wagner con las mitologías germánicas que en algún momento constituyeran materia de explicación cósmica para algunos pueblos, o del trato artístico y literario de los temas de las antiguas religiones grecorromanas por los autores renacentistas.

Esta cosmología del Necronomicón es esencialmente la que básicamente ha expuesto Lovercarft: en el origen de los tiempos y en el centro del cosmos existen dos fuerzas opuestas, una que se pudiera llamar positiva y otra negativa, lo que no es ninguna novedad y que tiene parecida expresión por ejemplo en el zoroastrismo. No así en la antigua religión bíblica, ya que el demonio cristiano es más bien una ocurrencia de orgullo o vanidad, de pecado en un universo que inicialmente es totalmente bueno, positivo, lo que le vale a Satán el destierro e inicia su conflicto con el Creador Todopoderoso por el dominio de este mundo. Lo mismo pasa con Adán, que es corrompido luego por la serpiente (Satán). O mejor dicho a través de la tentación de Eva, — lo que inicia, justifica y fundamenta que en las tres religiones así llamadas del libro, porque se basan en la Biblia, la judía, la musulmana y la cristiana, la mujer sea un género subordinado—. Entonces, en estas religiones lo positivo de alguna manera se corrompe y da origen así a ese ámbito negativo que se le opone y que termina por ser parte aleatoria de todo lo que existe, incluyendo a la naturaleza humana, que ya no está dispuesta totalmente al bien y siempre será proclive al pecado. De ahí vienen esas divisiones del ser humano tan caras al pensamiento occidental cristiano, esas dicotomías entre cuerpo, materia, caducidad, perecibilidad, vs. alma o espíritu, eternidad. De ahí también vendría la capacidad dicotómica del hombre de decidir entre su parte espiritual y su parte animal corporal, material, etc.


En este caso, y en esta mitología que nos preocupa, y que por la antigüedad que alega sería la primera, se da por el contrario una división inicial entre dos tipos o grupos de entidades, unas positivas y otras negativas, de ahí un maniqueísmo inicial del universo, de todo lo que existe, que previamente a ninguna corrupción ya contiene elementos que el lenguaje popular califica como ‘malos’. Las entidades positivas, —luego de una batalla entre el bien y el mal cósmicos, o sus equivalentes, algo así como un ‘Conflicto de los Siglos’adventista—, desterraron a los vencidos, entre otros lugares, al plante tierra. Es interesante señalar que en esta cosmogonía, los seres humanos—o quizás la vida toda en el planeta, es un subproducto, bien no intencional o bien premeditado, de la actividad de esas entidades. En el segundo caso, nos encontramos con que los seres humanos habrían sido creados en una pavorosa versión de esa doctrina tan de moda en estos tiempos y que se llama ‘Diseño/designio inteligente’ (Intelligent Design). Entonces, el ser humano habría sido diseñado como alimento o fuerza de trabajo por esas divinidades negativas elementales, desterradas o exiladas a este planeta y que distraídas o embotadas por milenios, de alguna manera se descuidaron, dejando que sus producciones poblaran la tierra y elaboraran una cultura. Pero que ya estarían empezando a agitarse en sueños, próximas a despertar y a reconquistar su territorio.

Ahora me doy cuenta del trabajo que el mero hecho de sentar por así decir los prolegómenos de una edición en español del Necronomicón es un trabajo bastante arduo y que se complica aún más por otros asuntos conexos (por ejemplo tratar de conseguir financiamiento institucional para este proyecto), lo que representa un gasto considerable de tiempo y esfuerzo, incluso de mis no muy abundantes recursos personales, ya que me veo obligado a desplazarme frecuentemente, a adquirir material en microfilm, a recurrir al trabajo de traductores especializados, que generalmente cobran por palabra. Curiosamente, donde mejor me ha ido a este respecto y la gente que con más interés me ha colaborado han sido precisamente los especialistas académicos, que muchas veces, con el incentivo de poder explayarse en las investigaciones y teorías que más los entusiasman, y que generalmente se llevan a cabo fuera de los estrechos márgenes de la lo que acepta como ortodoxo en la academia, a lo más significan un gasto de cerveza o café. Para la por así decir ‘corriente principal’ de la historia de las religiones, de la historia literaria, la literatura comparada, la antropología cultural etc., el Necronomicón carece de existencia real, y de alguna manera y para hablar en serio, el texto que me dio don Ibrahim Nehme en el Sur de Chile para su hijo Yusuf, paraexilado en Estados Unidos, y las supuestas circunstancias de su posesión por esa familia, son mis únicos hechos materiales, fidedignos, así como ese texto mismo es mi única, por así decir fuente primaria. Los diferentes fondos e instituciones de apoyo a la investigación de Estados Unidos, Canadá e incluso Chile no se dignaron ni siquiera responderme más allá de las consabidas cartas universales a las cuales sólo les cambian el nombre del destinatario. Solamente en el último país nombrado hubo cierto interés de una instancia de financiamiento de las artes, y más precisamente de la literatura, institución que no voy a mencionar por razones obvias y una de cuyas becas pasó a paliar parte de mi penuria económica cuando me adentraba por los prolegómenos de esta terreno ignoto del saber. No está de más mencionar que esa beca que se me concedió fue parte de la leña que alimentó al fuego del escándalo que recientemente amenazó con consumir a dicha institución, que ahora sin embargo está surgiendo de las cenizas de su nido como otra ave fénix. Phyllis, con su buen sentido escocés para los detalles económicos, que parecen nimios pero que constituyen la base en que se levantan a la postre los imperios, no entendía esa dedicación mía a esta tarea que no parece destinada a cosechar sino el interés tangencial de una invención más o menos ingeniosa y bien lograda, algo así como ese cráneo de vidrio que sembró la dura por décadas en el mundo de la antropología humana y que es el tema de la última y malísima versión en el celuloide de las aventuras de Indiana Jones, cuyos decorados ambientales sin embargo suelen ser geniales, según opinión de Phyllis, que trabaja como decoradora de interiores y viaja frecuentemente Europa en esa calidad.

Lo que pasa es que según la misma Phyllis, la gente se aprovecha de mí o yo me meto en cosas que fracasadas de antemano, cosas de locos o de quijotes que a la postre lo único que deparan es trabajo. Bueno, de alguna manera eso es lo que hizo exilarme en su momento y me tiene como al Señor de la Mancha comiendo lentejas los viernes. Sin embargo ella tiene razón. Siempre he sido medio ‘material’, como se decía en mi tiempo en Chile. En el liceo los otros cabros me hacían hacerles dibujos en las clases de artes
plásticas y más de la mitad no me pagó nunca el peso que yo cobraba. Pero aún entonces y gracias a mi buena disposición, pero también a que me vieran un poco las canillas, salía
ganancioso a la postre, al menos en la estima de los otros cabros, uno de los cuales me dejó copiarle una vez en un examen de matemáticas. Entonces la cosa se equilibraba un poco, se llegaba a una especie de Tao, en la misma medida en que la otra gente me aprovechaba, también yo me reportaba como beneficiado.

Ahora, volviendo al libro o manuscrito propiamente dicho, hay que decir que hasta donde resulta aparente, la cosmogonía en definitiva gnóstica a la que tan partido sacó Lovecraft está insita en una etiología del universo (suponemos) bastante más, por así decir abstracta, de una génesis que pareciera ser a la vez de la materia, el orden, las significaciones y los valores, que de alguna manera pasa a alojar a las entidades zoomorfas o antropomorfas posteriores sin solución de continuidad. En la narrativa de la izquierda se presenta o desarrolla una especie de génesis, lo que es común a casi todas las religiones, pero mi impresión es que faltaría una primera parte, o segmento la obvia mención al surgimiento del universos o el o los dioses de la nada. Antes de entrar en mayores comentarios y explicaciones voy a presentar mi versión del primer segmento del libro en la columna de la izquierda. Es útil que yo entregue mis comentarios sólo una vez que el lector haya leído este párrafo o estrofa, y tenga una cierta familiaridad con él

I

Los cinco lados de Dios

Los Cinco Lados de Dios, sí y sólo sí, los Cinco Lados de Todo lo que Existe—Lo que está por detrás—Lo que está por delante

Lo que está al centro

Lo que está a un lado—lo que está al otro

Lo que está al centro se sobretedermina como cruce de los otros cuatro lados, en realidad dos ejes con dos extremos

Luego se produce por necesidad la sedimentación, y sólo entonces y por necesidad lo que está arriba—lo que está abajo

Entonces lo que está al centro se sobredetermina y se hace centro de cruce de tres ejes; dos de los lados uno-dos y cuatro-cinco y del tercer eje arriba-abajo sobrevenido por la sedimentación

Así y en la simbología que a la vez dibuja y describe se hace ver desde temprano el pasar y el transcurrir—el suceder

El Pentagrama se resuelve como Heptagrama, pero sólo ahí aparece el suceder—el suceder viene cuando aparece la sedimentación que crea el Tercer Eje

Los tres ejes más el centro forman el Tetragrama

Así en Pentagrama y el Heptagrama se resuelven en el tetragrama

Cuando se trata del Heptagrama y el Pentagrama se trata en realidad del Tetragrama—la ciencia de Dios y de Todo lo que Existe se llama TETRAGRAMATÓN

Así se ha mostrado la consustancialidad de los lados 1-2 y 4-5

Así es el advenimiento de la Sedimentación—el lado 3 es en realidad el cruce de estos lados 1-2 y 4-5—su sustancia es a la vez menor que los ejes que son orientaciones y direcciones—pero a la vez su sustancia es mayor porque los amarra a ambos—anuda a los cuatro lados— sus dos ejes de extremos opuestos—creando así la necesidad de la sedimentación

Lo que está por detrás precede a lo que está por delante
Lo que está por detrás es inescencial con respecto a lo que está por delante
Sin embargo lo que está por delante necesita de lo que está por detrás
Se basa en lo que está por detrás
Para poder estar por delante
Lo que está por detrás es así esencial e inesencial
Lo que está por delante es así esencial e inautónomo

Así es como surge la Sedimentación

Lo que está a un lado y lo que está al otro no gestan la Sedimentación—pero cuando ocurre la Sedimentación estos lados entran en la Sedimentación

La sedimentación proyecta el Tercer Eje con los lados de lo que está arriba y lo que está abajo porque no se puede realizar en los Dos Ejes anteriores

La Sedimentación opera en el Primer Eje—contagia y tuerce al Segundo Eje—pero al aparecer crea simultáneamente el Tercer Eje para poder aparecer

Los Tres Ejes y la Sedimentación esencializan progresivamente al Centro
Porque el Centro es el cruce de los Ejes
Y por ser Centro de esa manera se ha segregado la Sedimentación



Lo primero que es obvio, es que se identifica a Dios con ‘todo lo que existe’. El mundo material y por así decir el ser o cuerpo de la divinidad son lo mismo. Esta suerte de panteísmo es bastante antiguo y muy recurrente, las diversas versiones del universo como un animal, etc. Para Spinoza el universo es Dios, son consustanciales, de ahí que teológicamente algunos curas revolucionarios piensan que perfeccionando la sociedad en el sentido de justicia y equidad están perfeccionado el universo y por ende a Dios. O´MEARA, J. D., Structures hiérarchiques dans la pensée de Plotin, Leiden, Brill, 1978, 9 ss. En el cap. I, 19-32 : “La estructura total de la realidad aparece como una sucesión de etapas en una progresión de la unidad absoluta hacia la plenitud, progresión que corresponde al movimiento de derivación, según el orden de prioridad causal y ontológica, de todas las cosas a partir del Uno” Para Plotino de la unidad se deriva una multiplicidad que se degrada a medida que se diversifica pero que es necesaria. En este caso ya se inicia el todo con un dios/universo plural (5)y su posterior adición hasta el siete se revela en última instancia como cuatro. Eso es una cosa bastante especial en teología, cosmogonía y filosofía ontológica. En general de la unidad primera se desgrana la multiplicidad de los seres.

Otra cosa es, por lo menos desde el punto occidental, es la ausencia del verbo, que es el principio en la Biblia. Lovecraft plasma el escándalo del occidental ante un universo generado sin un verbo divino en esas criaturas como Nyarlathotep, el Caos Reptante o Azathoth, dios estúpido y babeante en el centro del universo.

Ahora bien, cuando traduce los ‘lados’ de Dios, Yussuf traduce del árabe el inglés ‘sides’, pero me dijo que pensaba cambiar la traducción a ‘places’, por lados, es decir a la vez que ‘costados’, esa palabra se refiere a ‘lugares’, e incluso tiene un carácter traslaticio psicológico, como cuando se dice que ‘todo tiene su lado bueno’.

En cuanto a la ‘sedimentación’, el proceso que la provoca es claramente situacional y de alguna manera antropomórfico. Lo que está delante respecto a un centro no tiene mayor importancia en términos puramente materiales, pero para una entidad sentiente que es el centro, lo que está delante de alguna manera es lo por venir, lo incógnito, lo que se percibe, y llevando la imagen más allá, a lo que se aspira. Lo que está atrás es percibido como pasado, dejado atrás incluso espacialmente, superado en el camino, el progreso hacia lo que está adelante. De ahí que (y esto es especulación mía) ya hay un elemento de conciencia, pensamiento, valoración que hace que de alguna manera el verbo, en tanto ‘logos’, que es a la vez pensamiento, ya está es esta cosmogonía, pero a su ausencia manifiesta. De ahí que las divinidades de su panteón, como las que adopta Lovecraft en su narrativa y se ejemplifican previamente, parecen poseídas de una curiosa inteligencia y a la vez de la ausencia del lenguaje.

Incluso esta oposición (valórica) entre lo que esta delante y atrás introduce una orientación, desde el punto de vista o posición del Centro, que se contagia a los lados, lo que es obviamente el discernimiento entre lo que está a la ‘izquierda’ y lo que está a la ‘derecha’. Esto introduce valores y jerarquías, al crear opuestos (espaciales y valóricos). Como toda nivelación, antropomórficamente y químicamente hablando es vertical, hay que recordar que los líquidos o elementos más pesados van hacia abajo y los más ligeros se sedimentan arriba, aparecen entonces ‘arriba’ y ‘abajo’, la manifestación en este universo a la vez abstracto y densamente material de esos valores opuestos asume las posiciones de ‘arriba’ y ‘abajo’, con todas sus consecuencias ontológicas y axiológicas.

En este comentario preliminar prefiero no entrar en el análisis de los números, que evidentemente apuntan hacia prácticas rituales o a cierto simbolismo, no tan ajeno tampoco a otras instancias. Lo que sí resulta interesante, y volviendo un poco hacia atrás, es que de alguna manera del espacio por así decir geométrico, abstracto, direccional, se desprende la materialidad que denota el término ‘sedimentación’ para las diversas categorías y densidades de los entes.

Lo que quisiera acotar finalmente a este primer parágrafo del Necronimicón, que como ya digo sería el equivalente al inicio del Génesis, es su complejidad, bastante diferente a los versículos de los momentos iniciales de casi todos los textos sagrados, sean o no de la corriente principal, con sus imágenes, metáforas, aliteraciones, y la apoyatura rítmica versicular que es a la vez un instrumento mnemónico del transmisor oral del texto y un atractivo para el público oyente. Esto parece estar ausente en esta primera estrofa que les presentaba y de la que hacía, ya hace varias semanas, un análisis preliminar en esta misma página http://etcheverry.info/hoja/actas/notas/article_1214.shtml. Se nota la falta total de preocupación del autor por facilitarle las cosas al o los lectores, impresión que me confirmó Yusuf Nehme una de las últimas veces que nos vimos, y que tiene más credibilidad que yo, ya que él fue quien hizo la traducción al inglés del texto que ahora yo estoy intentando traducir al español. Por el contrario, el texto parece estar dirigido a un lector que no es el creyente cuya ignorancia se alaba o incluso se pone como requisito para el creyente bíblico. Los estamentos, grupos o entidades que subyacen a la redacción y promoción del Necronomicón no parecen querer eliminar a quienes puedan cuestionar sus afirmaciones, que son además dictámenes. Por el contrario, parecen asumir que sus lectores pueden casualmente y sin mayor esfuerzo entender este texto. Si se asume una cierta contemporaneidad entre la redacción del Necronomicón y la Biblia por ejemplo, lo que para mí no está claro, ya que pienso que el primero es mucho más antiguo, habría que decir que se dirigen a grupos diferentes, y/o exaltan o destacan cualidades, características o comportamientos diferentes.

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Pese a que prácticamente no hay comentarista que no diga básicamente que significa carecer de espíritu para entonces aceptar lo espiritual divino, es claro, como se dice en otra fuente, que “lo que les hace falta en sabiduría humana, lo tienen en su estado humilde”. Es interesante que en estas palabras, Cristo destaca a esta categoría de personas en Mateo 5:1-12, ya que encabezan toda una serie, dándole así la primacía que se le confiere al primer elemento de una serie enumerativa cualquiera. El resto de los enumerandos es bastante razonable y bastante progresista, hasta yo me identificaría con esta lista, siendo como soy más o menos socialista (no me atrevería, no tendría las patas, como se decía en Chile, para autocalificarme como revolucionario). La lista enumera a los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia. Ese es un llamado clásico a los desposeídos para sumarse a la revolución, y uno se sorprende de que tan sólo sea una fracción de la cristiandad la que ha reivindicado esta doctrina socialista de los Evangelios. Pero el otro lado de la medalla es justamente esa primacía que se da a los ‘pobres de espíritu’. Pareciera que ya en ese entonces, y en la iglesia incipiente, no eran muy bienvenidos los disidentes, los que pueden cuestionar las jerarquías, decálogos, preceptivas, etc., lo que es bastante contemporáneo y a la vez bastante antiguo. Los detractores de las revoluciones contemporáneas llaman a esto el verticalismo, el estalinismo que les sería propio. Y esto para mostrar el elemento humano, populista, presente de alguna manera en los Libros Sagrados, y ausente hasta donde yo puedo ver, en el Necronomicón, que Yusuf cree que en realidad estaba dirigido a una elite, como lo son los textos iniciáticos, ocultistas, esotéricos. Nadie puede negar que la Clavícula del hechicero, los escritos de Paracelso o más contemporáneamente de René Guenón o la Blavatszky son bastante abstrusos, para qué decir nada de Gurdjief. Una tradición oculta presupone religiones por así decir ‘de masas’ con bastante tiempo de existencia que desarrollan por así decir ‘tendencias’ iniciáticas o místicas. Pero si se asume la tesis más ‘normal’, digamos, de la contemporaneidad del Necronomicón y la Biblia, no hay un periodo de base para la aparición, gestación y desarrollo de una religión ‘de masas’ hasta ahora desconocida, cuya destilación iniciática, fruto de centurias o milenios, hubiera resultado en este curioso libro.

Entonces se puede concluir que la complejidad de esta obra no es buscada ni resultado del desarrollo de una elite iniciática al interior de una iglesia de corriente principal. Entonces ¿A qué público se dirige el Necronomicón?, ¿qué conocimiento previo o maneras de hablar y de pensar presupone?. Si es contemporáneo a los evangelios, podemos suponer que la alabanza de los pobres de espíritu en un texto y la asunción de una gran inteligencia o capacitación para el lector de otro están íntimamente relacionadas en un contexto histórico que sólo podemos conjeturar. (no tan sólo Yusuf piensa esto, sino también el jefe del Departamento de Filología de la Universidad de New Transilvania, en Colorado, que no hace mucho fuera candidato a un Nobel, claro que no por estos intereses, que según Yusuf mantiene en el más absoluto secreto).